miércoles, 3 de marzo de 2010

APOLOGÍA DE LA VIDA by Loreto Iñiguez


Hoy publico un relato que escribió mi hermana para un concurso literario. Estoy muy orgulloso de ella y en especial del ensayo que escribió. Hoy lo quiere compartir con todos. Espero que os guste.A mi me parece conmovedor.


Ya han pasado tres meses desde que la conocí, pero todavía recuerdo cada detalle como si lo estuviera viviendo en este mismo instante. Vivir, ésa es la palabra clave, eso es lo que importa.


María es el nombre que escuché claramente cuando entré por primera vez en aquella habitación, en nuestra habitación, aunque en mi mente bailaban muchas palabras confusas. Algunas parecían susurros tímidos, pero otras eran como gritos desgarrados en medio de una noche larga y silenciosa. Yo gritaba, tenía miedo, estaba nerviosa, ¡qué desesperación! ¡qué angustia! Notaba como mi pulso se aceleraba, como mi corazón gritaba por dentro, aunque apenas tuviera fuerza, y hacía que yo temblara por fuera. Estaba sufriendo, estaba muriéndose lentamente… muy lentamente… Tenía pánico a entrar en la habitación, pero… estoy mintiendo… no gritaba, callaba… callaba…


Cuando cruzamos nuestras miradas por primera vez, me tranquilicé. No vi su figura fina como el antiguo papel de fumar, porque sólo una cosa acaparaba toda mi atención: era su mirada. Su imagen me llegaba borrosa por la presencia de mis lágrimas, pero unos ojos tan tristes se distinguen con facilidad.


Me fijé en su alma, me fijé en su vida, vida que observaría atentamente durante el resto de mis días. Vida, ésa es la palabra, ¡eso es lo importante!


Nos dejaron a solas, María y yo nos mirábamos fijamente, parecía como si nos conociéramos desde antes, como si nuestras almas ya se hubieran intercambiado palabras y experiencias mucho antes que nuestros cuerpos. Se respiraba locura, lo reconozco. Pero la locura era la máscara que ocultaba nuestras ansias de vivir. Solamente luchábamos por vivir, pero separadas no éramos capaces de hacerlo, por esta razón decidimos unirnos.


María tenía una voz dulce, quebradiza; una melodía diferente para mis oídos. Su piel era transparente y podías analizar con la mirada cada vena de su cuerpo. Tocarla producía una sensación extraña porque, a pesar de la apariencia débil, notabas unos huesos duros y fuertes.


María ya era una mujer, aunque luchara por volver a ser una niña. ¡Intento absurdo!, su inteligencia y su madurez la dejaban en evidencia.


Sonaba el despertador, ya había pasado casi un mes. María continuaba durmiendo, yo le hablaba y ella me contestaba, yo ya sabía que estaba perdiendo el tiempo: cuando volviera del mundo de los sueños no se acordaría de nada. María intentaba despertarse, el mundo hacía ya media hora que funcionaba, pero su mundo continuaba parado porque ella descansaba. Parece un ángel, tranquila, blanca, irradiando luz propia… sí, un ángel de los que ya pocos quedan.


María se levanta, su cuerpo lánguido consigue mantenerla de pie. Me sonríe, me tranquilizaba saber que seguía a mi lado luchando por vivir. Sí, vida, sí. ¡Vida!


Ella se vestía lentamente, al ritmo que su mundo le marcaba. Dejaba al descubierto su cuerpo, sólo yo podía ver sus huesos, ella es incapaz, no es consciente. Yo disfrutaba contemplándola, llenando su cuerpo de miradas mías. María no sabía que cada rincón de su frágil cuerpo estaba siendo desvelado por unos ojos indiscretos, los míos.


María abrochaba los botones de su bata, se peinaba. ¡Miento! Yo la peinaba, María se deja. ¡Miento! María no sabe peinarse. María vive en el País de Nunca Jamás y allí los niños nunca crecen y no pasa el tiempo. Es difícil entender su pensamiento, pero no importa. ¡María vive y eso es suficiente!


Han pasado cuatro horas, María sigue sentada. La cansada circulación de su sangre le pide que se mueva, que se levante, que salte, que corra, pero ella no puede. Todavía continúa mirando su triste vasito de leche. Pero finalmente lo consigue, se lo bebe. María ha hecho un esfuerzo inmenso. Nadie lo valora. ¡Miento! Yo lo valoro.


Ya es hora de comer. María no ha podido levantarse, le falla el tiempo, pero ella no lo entiende. En el País de Nunca Jamás el tiempo no existe. María está madurando. ¡Miento! María ya es suficientemente madura, pero ahora está confusa. Come, María, come. Frase vacía en su mundo. Pasan dos horas más. María no se ha esforzado en comer. ¡Miento! Se lo ha comido todo, eso es un éxito en toda regla.


Volvemos a nuestra habitación, nuestra burbuja. María ha acariciado ya su garganta con pastillas que la curarán, para ella son golosinas de colores. Yo sé que son pastillas, yo necesito pastillas para vivir. No lo acepto y por eso acaricio mi piel con una finísima y afilada cuchilla.


María me ha visto, quiere protegerme… ¡nos abrazamos! Me recuerda la importancia de la vida. Lo que yo decía, María es un ángel, mi ángel de la guarda.


Con ella todo es posible. María, María, María. Escucho su nombre mientras duermo. ¡Miento! No duermo, las pastillas me han dormido. Despierto y la veo, María descansa, estoy sentada a su lado. Se despierta porque ha sentido mi cálida presencia. Nunca está sola. Estoy a su lado luchando por conservar los latidos de nuestros corazones. Nuestro sueño es vivir, vivir es lo que queremos.


Cae la noche. María llora, se siente sola, triste, desnuda ante un mundo que no la comprende. Hablamos, intercambiamos vivencias. Sí, vivencias, derivada de la palabra vida. ¡Vida!


María está cansada, debe ponerse el pijama. La observo de nuevo. Analizo sus huesos, me gustan porque se mueven parsimoniosamente. Indican vida, María vive.


Han pasado cinco horas, es tarde, muy tarde. Miramos las estrellas, luchamos por no estar junto a ellas.


María ya duerme. Silencio. Yo también duermo. ¡Miento! Estoy soñando. ¡Miento! No la miro. ¡Miento! Estoy tranquila. ¡Miento! Estoy angustiada, necesito ver la triste mirada de María. Quiero una sonrisa de María, sólo sonríe cuando se lava los dientes. ¡Miento! María me sonríe, a mí, sólo a mí.


María es una princesa en un mundo de reflejos. En un mundo en el que no existen realidades, sino interpretaciones.


María es la princesa que ilumina mi oscuridad. Mi corazón está vacío. ¡Miento! Solamente vive ella. No la necesito. ¡Miento! No la quiero. ¡Miento!


María no existe. He dejado volar mi imaginación, pura imaginación. ¡Miento! María es real, María vive, la necesito, la quiero, pero aún más quiero a la vida. Sí, por fin quiero vivir. Si no fuera por la vida nunca hubiera conocido a María.


¡Viva María! ¡Viva la vida!

3 comentarios:

  1. me gusta muchísimo, besos a la nena

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  2. me gusto mucho las palabras con mucha expresividad, emocion sensibilidad. mucho detalle que enriquecen este relato.
    saludos Rodri

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